ése grubs en plena proyección molecular



-fragmento de sin título. sin nada. Nitro Press, 2000, DF

mi relación con el pollo ha sido tradicionalmente conflictiva. mi mamá siempre se ha preocupado mucho de que mi familia se nutra convenientemente y dice que hay que comer de todo siempre que no haga daño. así es que llegábamos a comer realmente bien, sobre todo los fines de semana. también comíamos pollo. por alguna razón que desconozco a mi padre jamás lo he visto probar un bocado del ave en cuestión. éste es un asunto que supongo se dirimió mucho antes de que yo tuviera uso de razón, porque desde que tengo conciencia siempre ha sido así. cuando el resto de mi familia comía pollo a mi padre se le preparaba otra cosa.
hasta ahí todo bien. incluso creo recordar que a mí en esos tiempos el pollo no me desagradaba totalmente.
luego pasaron muchas cosas y el tema de los pollos me fue en general indiferente. hasta que viví casi un año con t. encima de una pollería y como en esa casa no había refrigerador, en la noche usábamos el del comercio para enterrar nuestras cervezas en el hielo súperpoblado por pedazos de pollos descuartizados. el panorama era un detalle de la situación demográfica general. con los pollos de don luigi sucedieron varias cosas. no quiero ni siquiera recordarlas, además de haber hablado de ello en otra parte. en lo posible hay que evitar repetirse a uno mismo, es síntoma de senilidad. lo importante de la anécdota es que dejé de consumir pollo por lo menos durante tres años.
hace poquito volví a tolerar el pollo en mi dieta. moderadamente, nada de excesivas alegrías con los pollos.
pero ayer cuando estaba a punto de prepararme un muslo de pollo a la parrilla me detuve y me puse a examinar la charola donde convivían cuatro muslos más en obscena promiscuidad. era una de esas charolas que venden en los supermercados con varias piezas de lo mismo. me acerqué el pollo a la nariz y lo olí profusamente, le levanté el pellejo para examinar su carne ligeramente rosada, lo lamí para llegar a un mayor entendimiento del animal. al instante vinieron a mi mente imágenes de millones de muslos, pechugas y cabezas de pollos deambulando mecánicamente en una cadena industrial de empaque. ver tanto pollo en movimiento no me impedía en absoluto visualizar al mismo tiempo la actividad febril de una granja avícola donde millones de pedazos de pollo ensangrentado dejaban de pertenecer en ese momento a una estructura más compacta molecularmente hablando. en otra parte también gigantesca de la granja, millares de pollos amontonados sobre sí mismos peleaban por comer, cagar, follar y en general instruirse sobre la vida entre sus propios excrementos.
vi todo eso mientras miraba y olía el pedazo de pollo que tenía entre las manos. llegué a interesantes conclusiones sobre el futuro de mi dieta que rebasó sobradamente el ámbito de lo avícola: la intuición de que no puede traer nada bueno comer carne de animales que no conocen la libertad. entendí el comportamiento bovino de muchos de mis amigos. por otro lado, sin duda hoy es un gran momento de mi vida. las cosas vuelven a su cauce. comprendí un poco más a mi padre aunque el motivo exacto de su aversión al pollo todavía sea un secreto para mí. finalmente la tradición siempre tiene algo de reconfortante: los hijos que jamás tendré también hubieran odiado el pollo.